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martes, 25 de mayo de 2010

Ana, Poetisa

Ana, la madre de Samuel, cuyo nombre significa “gracia”, no tan solo fue una mujer de oración, fe y perseverancia sino que también fue una poetisa, según las Sagradas Escrituras en 1 Samuel 2.1 – 10.


"Y Ana oró y dijo:Mi corazón se regocija en Jehová, mi poder se exalta en Jehová: mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, por cuanto me alegré en tu salvación. No hay Santo como Jehová; porque no hay ninguno fuera de ti, y no hay refugio como el de Dios nuestro. No multipliquéis palabras de grandeza y altanería; Cesen las palabras arrogantes de Vuestra boca; porque el Dios de todo saber es Jehová, y al el toca el pesar las acciones. Los arcos de los fuertes fueron quebrados, y los débiles se ciñeron de poder. Los saciados se alquilaron por pan, y los hambrientos dejaron de tener hambre; Hasta la estéril ha dado a luz siete, y la que tenía muchos hijos languidece. Jehová mata, y él da vida; el hace descender al Seol, y hace subir. Jehová empobrece, y él enriquece; Abate, y enaltece".

El levanta del polvo al pobre, y del muladar exalta al menesteroso, para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor.

Porque de Jehová son las columnas de la tierra, y el afirmó sobre ellas el mundo.

El guarda los pies de sus santos; mas los impíos perecen en tinieblas; porque nadie será fuerte por su propia fuerza.

Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios, y sobre ellos tronará desde los cielos; y sobre ellos tronará desde los cielos; Jehová juzgará los confines de la tierra, dará poder a su Rey, y exaltará el poderío de su ungido.


Sin duda alguna, con esta alabanza a Dios su alma se hizo poesía.

domingo, 23 de mayo de 2010

La Sumisión de Ana

Ana, se destacó por su pacto con Jehová al pedirle un hijo y al mismo tiempo comprometerse a dedicarlo al servicio del Señor en el tabernáculo, y además nos dejó otra lección como fue la de humildad y sumisión. De seguro Ana era famosa por sus fervientes oraciones, y dice la Biblia que lloraba abundantemente (1 Samuel 1.10).

Como es sabido, en Israel era costumbre orar en voz alta, no obstante, Ana había alcanzado una intima comunicación con el Padre celestial que no tenía necesidad de levantar la voz. Diera la impresión que ésta fue la razón para que el sacerdote Elí creyese que Ana estaba ébria. Este suceso lo encontramos en 1 Samuel 1.12 – 17: “Mientras ella oraba largamente delante de Jehová. Elí estaba observando la boca de ella. Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ébria. Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuando estarás ébria? Digiere tu vino. Y Ana le respondió diciendo: No. Señor mío, yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora. Elí respondió y dijo: Ve en paz y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho”.

En consecuencia, a pesar de la reprimenda fuera de lugar por parte de Elí, al dejarse llevar por las costumbres ceremoniales, Ana respondió con su característica gracia y humildad. Respuesta que hizo cambiar de tono al Sacerdote, quien se sintió avergonzado y de manera inmediata la bendijo y apeló al Señor para que le concediera su petición.

En este caso, cabría preguntarnos: ¿nuestra reacción hubiese sido tan humilde y tan sumisa como la de Ana?

viernes, 21 de mayo de 2010

La Determinación de Ana

“Instruye al niño en su camino y aún cuando fuere viejo no se apartará de él.” Proverbios 22.6”

Esto fue exactamente lo que hizo Ana al dedicarse por completo a la formación de su pequeño hijo Samuel a quien había dedicado a Dios aún antes de concebirlo”
Así leemos en 1 Samuel 1.21 – 23: “Después subió el varón Elcana con toda su familia, para ofrecer a Jehová el sacrificio acostumbrado y su voto. Pero Ana no subió, sino dijo a su marido: yo no subiré hasta que el niño sea destetado, para que lo lleve y sea presentado delante de Jehová, y se quede allí para siempre. Y Elcana su marido le respondió: haz lo que bien te parezca; quédate hasta que lo destetes; solamente que cumpla Jehová su palabra. Y se quedó la mujer, y crió a su hijo hasta que lo destetó”.

Ana bien sabía que su tiempo con Samuel sería breve ya que las madres en esa cultura amamantaban a sus hijos por unos tres años. Así que se dedicaría a cuidarlo durante los años de mayor influencia formativa mientras aprendía a caminar y hablar. Nunca una madre estuvo tan dedicada a su hijo y a su hogar, esto significaba que tenía mucho trabajo; como amamantarlo, cuidarlo, ayudarle a aprender las verdades básicas de la vida y la sabiduría. Además se interesaba enormemente por su formación espiritual, por ello le enseñó sus primeras lecciones sobre Jehová. Por su parte, Samuel, obviamente un niño precoz, creció en sabiduría y en conocimiento. Aquellos primeros años fijaron un curso a su vida del cual nunca se desvió. Samuel fue el último de los jueces. También fue el sacerdote que oficialmente inauguró la dinastía real verdadera de Israel ungiendo a David como rey. La determinación de Ana fue llevar a su hijo al templo.

¿A dónde llevamos a nuestros hijos?

¿A ver las películas de brujería de Harry Potter, o a la Iglesia?

miércoles, 19 de mayo de 2010

El Pacto de Ana

En el primer Libro de Samuel en el capítulo 1, versículo 20 leemos: “Aconteció que al cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz su hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová”
Esto significa que Ana era una mujer de oración con una invariable y constante Fe. Notemos que aun cuando Ana no había podido tener hijos, no perdió en ningún momento su gran Fe en Dios. Ella abrigaba su esperanza en el Señor. En este sentido, observamos que la oración de Ana no fue simplemente una petición, se trataba de un pacto, como se lee en 1 Samuel 1.10 – 11: “Ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente. E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida y no pasará navaja sobre su cabeza”. Esto de no cortarle el cabello se refería a un antiguo voto nazareo, como está escrito en el capitulo 6 del libro de Números. De esta manera Ana cumplió con su pacto de dedicar el niño a Jehová, así que Samuel dejó el hogar para comenzar su formación de tiempo completo en el tabernáculo cuando recién aprendía a caminar. Constatamos que Ana cumplió con su voto de acuerdo a la Escritura en 1 Samuel 1.24 – 28: “Después que lo hubo destetado, lo llevó consigo, con tres becerros, un efa de harina, y una vasija de vino, y lo trajo a la casa en Silo; y el niño era pequeño. Y matando el becerro, trajeron el niño a Elí. Y ella dijo: ¡ Oh, Señor Mío! Vive mi alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová y me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová”.