“Instruye al niño en su camino y aún cuando fuere viejo no se apartará de él.” Proverbios 22.6”
Esto fue exactamente lo que hizo Ana al dedicarse por completo a la formación de su pequeño hijo Samuel a quien había dedicado a Dios aún antes de concebirlo”
Así leemos en 1 Samuel 1.21 – 23: “Después subió el varón Elcana con toda su familia, para ofrecer a Jehová el sacrificio acostumbrado y su voto. Pero Ana no subió, sino dijo a su marido: yo no subiré hasta que el niño sea destetado, para que lo lleve y sea presentado delante de Jehová, y se quede allí para siempre. Y Elcana su marido le respondió: haz lo que bien te parezca; quédate hasta que lo destetes; solamente que cumpla Jehová su palabra. Y se quedó la mujer, y crió a su hijo hasta que lo destetó”.
Ana bien sabía que su tiempo con Samuel sería breve ya que las madres en esa cultura amamantaban a sus hijos por unos tres años. Así que se dedicaría a cuidarlo durante los años de mayor influencia formativa mientras aprendía a caminar y hablar. Nunca una madre estuvo tan dedicada a su hijo y a su hogar, esto significaba que tenía mucho trabajo; como amamantarlo, cuidarlo, ayudarle a aprender las verdades básicas de la vida y la sabiduría. Además se interesaba enormemente por su formación espiritual, por ello le enseñó sus primeras lecciones sobre Jehová. Por su parte, Samuel, obviamente un niño precoz, creció en sabiduría y en conocimiento. Aquellos primeros años fijaron un curso a su vida del cual nunca se desvió. Samuel fue el último de los jueces. También fue el sacerdote que oficialmente inauguró la dinastía real verdadera de Israel ungiendo a David como rey. La determinación de Ana fue llevar a su hijo al templo.
¿A dónde llevamos a nuestros hijos?
¿A ver las películas de brujería de Harry Potter, o a la Iglesia?
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