miércoles, 19 de mayo de 2010

El Pacto de Ana

En el primer Libro de Samuel en el capítulo 1, versículo 20 leemos: “Aconteció que al cumplirse el tiempo, después de haber concebido Ana, dio a luz su hijo, y le puso por nombre Samuel, diciendo: Por cuanto lo pedí a Jehová”
Esto significa que Ana era una mujer de oración con una invariable y constante Fe. Notemos que aun cuando Ana no había podido tener hijos, no perdió en ningún momento su gran Fe en Dios. Ella abrigaba su esperanza en el Señor. En este sentido, observamos que la oración de Ana no fue simplemente una petición, se trataba de un pacto, como se lee en 1 Samuel 1.10 – 11: “Ella con amargura de alma oró a Jehová, y lloró abundantemente. E hizo voto, diciendo: Jehová de los ejércitos, si te dignares mirar a la aflicción de tu sierva, y te acordares de mí, y no te olvidares de tu sierva, sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida y no pasará navaja sobre su cabeza”. Esto de no cortarle el cabello se refería a un antiguo voto nazareo, como está escrito en el capitulo 6 del libro de Números. De esta manera Ana cumplió con su pacto de dedicar el niño a Jehová, así que Samuel dejó el hogar para comenzar su formación de tiempo completo en el tabernáculo cuando recién aprendía a caminar. Constatamos que Ana cumplió con su voto de acuerdo a la Escritura en 1 Samuel 1.24 – 28: “Después que lo hubo destetado, lo llevó consigo, con tres becerros, un efa de harina, y una vasija de vino, y lo trajo a la casa en Silo; y el niño era pequeño. Y matando el becerro, trajeron el niño a Elí. Y ella dijo: ¡ Oh, Señor Mío! Vive mi alma, señor mío, yo soy aquella mujer que estuvo aquí junto a ti orando a Jehová y me dio lo que le pedí. Yo, pues, lo dedico también a Jehová; todos los días que viva, será de Jehová. Y adoró allí a Jehová”.

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