jueves, 27 de mayo de 2010

Débora, madre conquistadora

El capítulo IV, del Libro de los Jueces en el Antíguo Testamento, tiene una connotación muy especial, ya que se refiere a la mujer extraordinaria Débora, usada por Dios para animar y preparar a Barac para que fuese a la guerra contra los cananeos; quienes oprimían al pueblo de Israel, bajo las órdenes de Sísara, comandante de las Fuerzas Armadas de Jabín, rey de Canaán.

Débora en su carácter de profetiza, “envió” a llamar a Barac, hijo de Abinoem, natural de Cedes de Neftalí, y le dijo: El señor Dios de Israel te da esta orden: Anda y conduce el Ejército al Monte Tabor, llevando contigo diez mil combatientes de la Tribu de Neftalí y de la de Zabulón; que yo llevaré a un sitio del Torrente Cisón a Sísara, general del ejército de Jabín, con todos sus carros y su gente, y los entregaré en tus manos. Y díjole Barac: Si vienes conmigo, iré, más si no quieres venir conmigo, tampoco iré yo. A lo que respondió Débora: Bien está, iré contigo,…” (Jueces IV. 6-9).

Barac era un general, un guerrero, sin embargo él no confió en sus armas. Más bien tenía un gran temor de Dios confiaba en la fe y espiritualidad de Débora, lo que le llevó a pedirle su cobertura para enfrentarse al malvado Sisara y Ejército Cananeo; quienes tenían fama de sangrientos.

Por su parte, Débora aceptó de inmediato esta propuesta y le indicó a Barac el momento de lanzar la ofensiva. De tal manera que esta gran mujer demostró su firme comunicación con Dios, valentía, decisión, espíritu de conquista y su gran amor por el pueblo.

La batalla, se realizó en el Valle de Jezreel y Dios entregó en manos de los Israelitas a Sísara y su ejército. Sisara reconoció su derrota, abandonó su carros y caballos y huyó a pie hasta el campamento de Haber el cineo. Allí murió Sisara a manos de Jael, esposa de Haber. Escenario que Débora también había profetizado. Esta mujer, cuyo nombre es Débora, significa abeja, fue jueza, profetiza, líder espiritual, poetisa , además de conquistadora y ha sido llamada: “madre de Israel”.

martes, 25 de mayo de 2010

Ana, Poetisa

Ana, la madre de Samuel, cuyo nombre significa “gracia”, no tan solo fue una mujer de oración, fe y perseverancia sino que también fue una poetisa, según las Sagradas Escrituras en 1 Samuel 2.1 – 10.


"Y Ana oró y dijo:Mi corazón se regocija en Jehová, mi poder se exalta en Jehová: mi boca se ensanchó sobre mis enemigos, por cuanto me alegré en tu salvación. No hay Santo como Jehová; porque no hay ninguno fuera de ti, y no hay refugio como el de Dios nuestro. No multipliquéis palabras de grandeza y altanería; Cesen las palabras arrogantes de Vuestra boca; porque el Dios de todo saber es Jehová, y al el toca el pesar las acciones. Los arcos de los fuertes fueron quebrados, y los débiles se ciñeron de poder. Los saciados se alquilaron por pan, y los hambrientos dejaron de tener hambre; Hasta la estéril ha dado a luz siete, y la que tenía muchos hijos languidece. Jehová mata, y él da vida; el hace descender al Seol, y hace subir. Jehová empobrece, y él enriquece; Abate, y enaltece".

El levanta del polvo al pobre, y del muladar exalta al menesteroso, para hacerle sentarse con príncipes y heredar un sitio de honor.

Porque de Jehová son las columnas de la tierra, y el afirmó sobre ellas el mundo.

El guarda los pies de sus santos; mas los impíos perecen en tinieblas; porque nadie será fuerte por su propia fuerza.

Delante de Jehová serán quebrantados sus adversarios, y sobre ellos tronará desde los cielos; y sobre ellos tronará desde los cielos; Jehová juzgará los confines de la tierra, dará poder a su Rey, y exaltará el poderío de su ungido.


Sin duda alguna, con esta alabanza a Dios su alma se hizo poesía.

domingo, 23 de mayo de 2010

La Sumisión de Ana

Ana, se destacó por su pacto con Jehová al pedirle un hijo y al mismo tiempo comprometerse a dedicarlo al servicio del Señor en el tabernáculo, y además nos dejó otra lección como fue la de humildad y sumisión. De seguro Ana era famosa por sus fervientes oraciones, y dice la Biblia que lloraba abundantemente (1 Samuel 1.10).

Como es sabido, en Israel era costumbre orar en voz alta, no obstante, Ana había alcanzado una intima comunicación con el Padre celestial que no tenía necesidad de levantar la voz. Diera la impresión que ésta fue la razón para que el sacerdote Elí creyese que Ana estaba ébria. Este suceso lo encontramos en 1 Samuel 1.12 – 17: “Mientras ella oraba largamente delante de Jehová. Elí estaba observando la boca de ella. Pero Ana hablaba en su corazón, y solamente se movían sus labios, y su voz no se oía; y Elí la tuvo por ébria. Entonces le dijo Elí: ¿Hasta cuando estarás ébria? Digiere tu vino. Y Ana le respondió diciendo: No. Señor mío, yo soy una mujer atribulada de espíritu; no he bebido vino ni sidra, sino que he derramado mi alma delante de Jehová. No tengas a tu sierva por una mujer impía; porque por la magnitud de mis congojas y de mi aflicción he hablado hasta ahora. Elí respondió y dijo: Ve en paz y el Dios de Israel te otorgue la petición que le has hecho”.

En consecuencia, a pesar de la reprimenda fuera de lugar por parte de Elí, al dejarse llevar por las costumbres ceremoniales, Ana respondió con su característica gracia y humildad. Respuesta que hizo cambiar de tono al Sacerdote, quien se sintió avergonzado y de manera inmediata la bendijo y apeló al Señor para que le concediera su petición.

En este caso, cabría preguntarnos: ¿nuestra reacción hubiese sido tan humilde y tan sumisa como la de Ana?